Jan 032013
 

Bay of Islands es uno de los sitios más famosos de la isla norte. El nombre se lo puso el explorador James Cook por la gran cantidad de islas que hay, cientos de ellas rodeadas de aguas de color turquesa. La casa que habíamos alquilado estaba a 100 m de una playa tranquila llamada Tapeka, y a 2 km de Russell, un pueblo precioso y muy agradable.

La zona tiene además mucha historia, porque fue el primer lugar en Nueva Zelanda que colonizaron los ingleses. Durante muchos años fue refugio de bucaneros y maleantes. Darwin pasó por aquí en 1835 y dejó anotado en sus libros que Russell estaba lleno de basura de la sociedad. Muy cerca de Russell se firmó el Tratado de Waitangi entre los representantes de la Corona Británica y los jefes maoríes (llegaron a firmarlo más de 500 jefes), lo que se considera la fundación de Nueva Zelanda. Al parecer las versiones inglesa y maorí del Tratado se parecen como un huevo a una castaña. Los maoríes lo firmaron pensando que significaba una cosa y al final significó otra. Esto desató una serie de disputas relacionadas con los derechos sobre las tierras y poco después la primera guerra neozelandesa, en la que varios jefes maoríes que habían firmado se rebelaron contra los ingleses (y perdieron). Desde hace 30 años hay un Tribunal especial que se hace cargo de las reclamaciones de maoríes sobre las presuntas infracciones de la Corona al Tratado y ya llevan pagados casi 1000 millones de dólares. Historias de colonias…

Russell (o lo que se llamaba entonces Russell, que ahora es un pequeño pueblo a 8 km llamado Okiato) fue la primera capital de Nueva Zelanda, durante alrededor de 1 año, hasta que el gobernador inglés decidió instalarse en Auckland. El pueblo está lleno de referencias históricas a aquella época, pero a mi la que me hizo más gracia es esta.

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(“En este sitio en 1822 no pasó nada”).

La iglesia es la más antigua de Nueva Zelanda y es muy bonita, con su cementerio delante.

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La casa que alquilamos es amplia y tiene unas vistas muy bonitas, como prometía.

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Al poco de llegar nosotros llegaron Juan Pablo y Cristina con sus hijos Jimena y Bosco. Teníamos muchas ganas de verlos. El plan pintaba perfecto.

Con el que no contábamos fue con un invitado llamado Evan, un ciclón tropical que había hecho bastante daño en Fiji y en Samoa, y que se vino a dar sus últimos coletazos justo encima de nosotros. Trajo mucho viento, nubes y lluvia en los días que estuvimos allí.

Nos resignamos y nos dedicamos a descansar y a disfrutar de la compañía de nuestros amigos. Los niños también estaban encantados. Jimena y Bosco son más pequeños pero se llevaron todos fenomenal y lo pasaron muy bien.

Así bajaron los niños a la playa el 23.

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Y así amaneció el 24.

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Para Nochebuena preparamos una cena muy completa. No es fácil encontrar buena materia prima por estas latitudes pero encontramos un sitio donde vendían pescado fresco y compramos un bacalao de 2 kilos que hicimos al horno. Antes teníamos previsto una ensalada, unas setas y unas patas de cangrejo de Alaska. Rematamos con unos costillares de cordero al horno. De postre, helado. Todo regado con caldos del país.

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Estaba todo buenísimo y lo pasamos muy bien.

A Juan Pablo le esperan un par de meses muy ajetreados porque en las próximas semanas presenta la versión inglesa de su libro sobre China en Londres, Nueva York y Bruselas (La Silenciosa Conquista China, Ed. Crítica; en inglés China’s Silent Army, Ed. Penguin). Os lo recomiendo a todos. Es una investigación de cómo los chinos está influyendo en el mundo en desarrollo. Para escribirlo recorrió 25 países de Asia, África y América. Las historias son impactantes y es muy entretenido de leer. Nos contó que ya tiene el material para el segundo libro, que parece que va a ser aún más interesante, porque es sobre cómo China está actuando e influyendo en el mundo desarrollado, en nuestro entorno.

El 25 vino Papá Noel y trajo regalos para todos. Los niños se pusieron muy contentos.

El tiempo siguió malo, pero bajamos a Russell a dar una vuelta e incluso fuimos a la playa. Hubo hasta un campeonato de salto de longitud.

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Una nota curiosa. Nos habían dicho que el día 25 abrían el supermercado pero nos sorprendió que no vendían alcohol “por ser fiesta religiosa”. Ni siquiera puedes comprar una cerveza en un bar y llevártela, aunque la puedes beber en el sitio y comes algo. Nos sonó todo muy raro. ¿Restos de puritanismo anglosajón en las antípodas?

En Russell vimos la previsión del tiempo. La elabora una asociación de radioaficionados que tienen una oficina en el centro del pueblo. Estuvimos hablando con el señor que estaba allí en ese momento, muy simpático. Tenía una barba blanca y Bosco lo preguntó a Cristina al oído si con el que hablábamos era Santa Claus.

El 25 por la noche hicimos un gabinete de crisis para decidir si nos quedábamos hasta el 28 como teníamos previsto o nos íbamos al día siguiente, en busca de un anticiclón. En las previsiones del tiempo decía que Evan, o lo que quedaba de él, se iba desplazando hacia el sur lentamente. La posibilidad de que nos fuéramos antes de tiempo para seguir al ciclón nos hizo desistir. Nos quedábamos hasta el jueves, como estaba previsto, que precisamente era el día que las previsiones daban mejoría. Decidimos irnos de excursión al día siguiente hacia el norte, independientemente del tiempo y el jueves por la mañana, antes de marcharnos, nos íbamos a dar una vuelta en barco para ver la bahía.

La excursión del miércoles resultó muy entretenida. La idea era llegar al principio de la playa de las 90 millas (que en realidad tiene “sólo” 100 km), que termina en Cape Reinga, el extremo norte del país, donde el Mar de Tasmania se une con el Pacífico. Llovió prácticamente todo el camino. Los paisajes, incluso con lluvia, muy bonitos. Llegamos a la famosa playa, aparcamos el coche y nos fuimos andando hasta la arena. En cuanto llegamos a José, a Yago y a mí nos recordó muchísimo a Fraser Island. Es enorme y también se puede circular. De hecho la gente se metía con coches normales y pasaban a toda velocidad. De las 90 millas de la playa calculo que vimos unos cientos de metros, porque la llovizna y la niebla limitaban la visibilidad.  De todas formas José se metió un rato en el agua con el paipo y al poco le siguió Yago, aunque salieron pitando cuando vieron medusas.

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En el tiempo que estuvimos se atascaron 3 coches en la zona de salida de la playa. A unos indios les ayudamos a salir. Ni que decir tiene que la situación me trajo algunos recuerdos…

En el último pueblo antes de la playa habíamos parado en la información turística. Este país está fenomenal organizado para el turismo. En todos los pueblos hay unas oficinas que se llaman i-Site donde te aconsejan sobre visitas, alojamiento, transporte, todo. Puedes reservar allí lo que quieras. Además hay mapas, guías de hoteles, campings, folletos de todo tipo de actividades, todo gratuito.

En el i-Site nos recomendaron la visita al bosque de kauris. Me había llamado la atención que en todas las tiendas de souvenirs había piezas de madera que decían tener miles de años. Lo que fuimos a ver es de dónde extraen esa madera. Es una cosa curiosísima. El kauri es el árbol más grande de Nueva Zelanda. Puede medir hasta 50 metros de alto. Se encuentra sólo al norte de la isla norte. Al final de la última glaciación, hace más de 100.000 años, por causas no del todo claras (se especula que erupciones volcánicas, inundaciones, aumento del nivel del mar), enormes extensiones de bosque de kauri quedaron enterradas bajo zonas húmedas y turberas. La madera de muchos de esos árboles se conserva estupendamente gracias a las condiciones en las que están enterrados. Probablemente es la madera no fosilizada más antigua del planeta.

El kauri produce mucha cantidad de una resina amarilla que con el tiempo solidifica y llega a fosilizar como el ámbar. Los maoríes lo usaban para muchos usos, desde una especie de chicle hasta combustible o para fabricar pigmento para sus tatuajes. En el siglo XIX se encontraron usos industriales para la resina, en la fabricación de barnices, pegamentos, pinturas y más tarde linóleo. La exportación de resina fue una fuente de ingresos importantísima para Nueva Zelanda durante la segunda mitad del siglo XIX y continuó hasta que se encontraron sustitutos artificiales en década de 1930. Esto creó una especie de fiebre de la resina, donde miles de personas se dedicaron a buscarla en las zonas húmedas del norte del país. A la resina le llamaban “kauri gum” y se encontraba drenando terreno húmedo, haciendo catas con unas lanzas y excavando, todo con medios muy manuales. A los que se dedicaban a esto les llamaban “gumdiggers”, excavadores de resina. Lo que visitamos fue una antigua explotación de resina. Es una zona húmeda que fue drenada hace muchos años y está llena de agujeros que hicieron para buscar resina. Ahora es un bosque muy bonito y es interesante ver cómo vivían esta especie de mineros y la historia geológica de la zona. Curiosamente vinieron muchos croatas a estas explotaciones, y por eso quedan muchos nombres en la zona que suenan a serbocroata.

En las excavaciones también salían a la luz troncos enormes de kauris. En aquel momento no era lo que buscaban, pero ahora la madera se utiliza para hacer objetos decorativos, colgantes, etc. Según ellos es la madera que se puede trabajar más antigua del mundo. Esto que toca José es el tronco de un kauri que desenterraron en 2011. El panel explica porqué es plano: sólo la parte que quedó enterrada en la turba se conservó, el resto que estaba expuesto se pudrió.

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En la tienda/exposición se ven resinas fosilizadas muy antiguas con inclusiones de insectos que tienen decenas de miles de años. También hay colgantes y todo tipo de adornos en madera y en resina que talla el propio dueño del sitio. Estuve hablando con él y nos contó que las piezas de madera que tenía en exposición provienen de un tronco que desenterró hace 6 años. La madera necesita unos 5 años para secarse antes de poder trabajarla. Nos llevamos un colgante para regalarle a Mónica por su cumpleaños.

El día seguía gris pero no nos desanimamos. Volvimos por la costa, por un camino diferente al que habíamos usado por la mañana. Nos desviamos en una península llamada Karikari y nos paramos en una playa recogida en una pequeña bahía llamada Matai Bay. Una preciosidad de sitio. Estuvimos un buen rato. Sólo nos vino a la cabeza lo que sería estar por aquí con buen tiempo…

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Esto es un metrosidero, el árbol nacional de Nueva Zelanda, que da una flor roja muy característica. Curiosamente en La Coruña hay un metrosidero enorme de 200 años en el patio del edificio de la Policía Municipal, que al parecer trajeron los ingleses cuando las guerras napoleónicas.

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Después del baño Juan Pablo y Cristina se fueron directamente a casa porque los niños ya estaban cansados de coche. José y Yago aún querían ver una playa que es famosa por el surf, llamada Taupo Bay. Estaba ya anocheciendo pero mereció la pena desviarse. El sitio es precioso.

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A la vuelta, otra cena copiosa y buenísima, esta vez cenamos en la terraza, con una temperatura muy buena, y la luna llena.

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A la mañana siguiente nos fuimos a recorrer la Bay of Islands en un barco, de 9 a 1 de la tarde, antes de marcharnos hacia el próximo destino. El barco resultó muy bien. El tiempo, sin ser fantástico, estuvo bien. Primero vimos un montón de delfines. Luego nos llevaron a ver un sitio llamada “Hole in the Rock” que es como un arco de piedra natural. La costa es preciosa, llena de islas con playas y pequeñas bahías naturales. En una de éstas paramos a la vuelta durante 1 hora.

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Cuando volvimos Juan Pablo nos estaba esperando tomando un aperitivo en una terraza en Russell. Había decidido quedarse porque se marea bastante en los barcos, y la verdad es que hizo bien, porque hubo un momento que había un montón de gente con la bolsa en la mano. Picamos unas cosas antes de salir, que nos confirmaron de nuevo las limitaciones de la gastronomía local.

El próximo destino era Rotorua, donde habíamos reservado un par de apartamentos donde íbamos a pasar el Fin de Año. En el último minuto nos dimos cuenta que la reserva empezaba al día siguiente, lo cual no nos vino nada mal, porque así hacíamos el viaje en dos etapas.

En el camino vimos un accidente que nos sobrecogió. Había muchas ambulancias, un helicóptero y niños por allí abrazados a mayores. Luego leímos que hubo 5 heridos. Las carreteras nos parecieron muy peligrosas. Apenas vimos autopistas, sólo en los alrededores de Auckland y camino a Hamilton. El resto son un carril de ida y uno de vuelta, muchas veces con arcenes minúsculos. La velocidad máxima está limitada a 100. Curiosamente, la misma que en las autopistas. Deben tener un problema grave de accidentes porque la carretera está llena de mensajes muy directos, escritos en paneles grandes de colores llamativos, por ejemplo este (“conduce bebido, muere en una cuneta”).

IMG_5767Otro impactante era este.

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Nos quedamos a hacer noche en Auckland. La semana debe ser de las más tranquilas del año en la ciudad, porque todo el mundo se marcha a la playa a pasar las Navidades y el fin de año. Pero aún dimos una vuelta y salimos a cenar a un restaurante japonés que nos encantó. El skyline de la ciudad es muy chulo.

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A la mañana siguiente desayunamos como campeones y salimos hacia Rotorua. El amigo Evan parecía que no acababa de fallecer y llegamos lloviendo. Nos quedamos en unas casitas adosadas al lado norte del lago, a unos 15 km del pueblo. El lago es muy bonito, tiene muchos cisnes y patos.

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El primer día me llevé a José y Yago a Rotorua a ver El Hobbit en 3D. Se nos pasaron las 2 horas 45 minutos volando. Reconocimos todos los sitios de Hobbiton que habíamos visto en Matamata.

Al día siguiente amaneció buenísimo, nos pusimos el bañador y nos fuimos a la playa más cercana, llamada Mount Maunganui, a 45 minutos. Estuvimos todo el día. La playa es enorme (20 km) y fantástica, a pesar de que ese día había bastantes algas, cosa al parecer muy inusual causada probablemente por el amigo Evan. Había una escuela de surf y José y Yago allá se fueron un par de horas a torear las olas. La escuela la llevan una pareja de holandeses muy simpáticos y ponen un monitor por niño, por lo que lo disfrutaron y aprendieron un montón.

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Y llegó Fin de Año. Juan Pablo y Cristina a los fogones y nos metimos una cena de nuevo deliciosa. Noodles con setas, dumplings de cerdo y de verduras, canelones y de postre/tarta de cumpleaños brownie con helado y fresas. Celebramos el cumpleaños de Mónica y tomamos las uvas (¡lo que nos costó encontrar uvas!) al son de Martes y Trece… ¡del año 91! Gracias youtube.

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A la mañana siguiente nos separábamos de Juan Pablo y Cristina, que se quedaban un par de días más por Nueva Zelanda. Nosotros volvíamos a Auckland para marcharnos del país. Nos dio mucha pena separarnos pero nos veremos pronto de nuevo.

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Como hacía muy bueno decidimos ir por la costa y parar de camino en una playa. Vimos en el mapa Waihi Beach y allí fuimos. De nuevo una pasada de playa. Esta vez más gente, probablemente muchedumbre para los kiwis, pero nada que ver con lo que nosotros podemos considerar lleno. Había escuela de surf y allá se fueron José y Yago otra vez. El tema era muy distinto que la última vez. El surfero ya entradito en carnes, no se llegó a mojar ni la rodilla, les daba unas instrucciones a gritos desde la orilla mientras vigilaba de reojo su furgoneta y sus hijos. De todas formas, después de la hora pactada de clase, les dejó las tablas todo el tiempo que quisieron y José y Yago se quedaron como hora y media más. Salieron con rozaduras del neopreno pero encantados. Las olas eran bastante impresionantes.

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Con el cuerpo de playa nos fuimos a Auckland a un hotel al lado del aeropuerto, cenamos y nos metimos en la cama. Al día siguiente había que salir temprano hacia el aeropuerto, destino Hong Kong, para empezar nuestra etapa asiática.

Jorge

 Posted by at 13:45

  4 Responses to “Nueva Zelanda Isla Norte: Navidad en el hemisferio sur y porqué este país es tan verde”

  1. Bellas las descripciones de Jorge. Muesran que se ha “inculturalizado” tanto en historia como en botánica. Me ha sorprendido la playa de 100km. No he encontrado la respuesta a por qué este paìs es tan verde. Se me habrá pasado. Que sigáis gozando de la experiencia.
    Marcho a ver a Maria Adela. Vino para atender a la mujer de Jorge que está a punto de dar a luz y se cayó. La consecuencia que tuvieron que ponerle unos clavos en el femur. Voy a verla.
    Un abrazo de,
    Cotono

  2. Hola:
    Que navidades tan estupendas. Cristina y Juan Pablo que ilusión veros tan bien y que niños tan guapos tenéis.
    José y Yago estamos flipando con lo bien que surfeais, este verano queremos una demostración en Pantín.
    Sigo pensando que no hay que ir tan lejos para hacer turismo, la playa de Matai Bay es igualiña a la playa de San Jorge en Ferrol, solo le faltan las típicas casas del feísmo gallego.
    Mi amiga Inés os está siguiendo con mucho interés, bueno hay mucha más gente enganchada, esto parece un culebrón. Hace 2 días estuve con ella y cuando le empecé a contar donde estabais y que habíais hecho desde el post anterior a éste me dijo “no me lo cuentes, prefiero leerlo en las siguientes publicaciones”. Lo dicho, os está siguiendo como yo “Cristal”, no me perdía un capítulo y pobre del que me contase lo que pasaba.
    Carmen querida, cada día más guapa y estilosa, ya veo que me has hecho caso y no te pones los crocs con calcetines. Me parece que los Reyes te han dejado un paquetito en La Coruña.
    Muchos besos a todos

  3. Chers amis,
    En ce temps des vœux, je viens vous souhaiter une très belle année 2013 !
    Continuez de bien voyager et de remplir vos têtes de beaux souvenirs !
    Je vous embrasse très fort.
    Danièle

  4. Holaaa!!! Q bien os veo!!! Carmeeeennnnnnn estas guapisima con tus gafas y tu bikini como guiri totall!
    Yago y Jose estan enormes ,sera de tanto baño q os habeis bañado por todo el mundo mundial ,q suerte!
    Q sigais disfrutando a tope y porfa escribidnos mas q teneis muchos seguidores!!!
    Besos y mas besos pa tos!!! y por supuesto GO GO GOOOOOO

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