Salimos de Cairns hacia las 10 de la mañana hacia Airlie Beach. Es un pueblito veraniego en la costa que sirve como base para visitar las islas Whitsunday, un archipiélago en la barrera de coral que nos habían recomendado Richard y Simon. Sale en todas las guías y uno de sus atractivos principales es la playa de Whitehaven, que sale en todas las listas de playas más espectaculares del mundo. Para las Whitsunday reservé un barco desde Cairns para 3 noches, saliendo el día 21, lo que quería decir que teníamos 3 noches en Airlie Beach para marear.
Entre Trinity Beach en Carins y Airlie Beach hay 640 km. Google Maps nos daba 7 horas y media de viaje. Ya me habían advertido que las carreteras no son como en Europa. A mi la carretera se me pareció a la N-VI de hace muchos años pero sin tantas curvas. Un carril de ida y uno de vuelta y muy de vez en cuando un carril de adelantamiento, pero mucho más cortos que el de la Cuesta de la Sal. El arcén de tamaño variable pero en general muy pequeño. Velocidad máxima 100, en algún tramo 110. La carretera es la “Highway” número 1, que recorre la costa este de Australia, pero en realidad no va por la costa y apenas ves el mar. El paisaje es bastante anodino, aunque en algunos momentos era bonito. Sobre todo me llamó la atención el cielo. Y también los carteles. Tienen una verdadera obsesión por la fatiga al volante. Probablemente la carretera es tan aburrida que la gente se queda dormida. Hay todo tipo de carteles, los que simplemente te advierten de que si estás cansado pares, hasta unos letreros enormes negros escalofriantes con un tipo siniestro mirándote fijamente diciendo que te pares que se te cierran los ojos. Otros te indican donde hay café gratis para el conductor.
Llegamos al anochecer a Airlie Beach, con un cielo rojo espectacular, 9 horas después de salir de Trinity Beach. Entiendo porqué nos habían recomendado no viajar en coche y hacerlo en avión. En Australia hay aeropuertos en todos los pueblos. Sin embargo, a mi viajar en coche me gusta. Te da la oportunidad de tener un contacto más estrecho con el país y la gente y se da más a la improvisación, lo cual nos gusta a todos bastante.
Había reservado un apartamento cerca del puerto deportivo a las afueras de Airlie Beach donde cogeríamos el barco tres días después. Un sitio muy cómodo y chulo para estar esos días de transición.
Al poco de llegar nos fuimos al pueblo para buscar un sitio donde cenar. Enseguida nos dimos cuenta de la marcha que había en el sitio. Pero todos eran como chavalitos con apenas la mayoría de edad. Nos sorprendió hasta que nos explicaron que justo esa semana es la que se toman de fiesta los que acaban la secundaria. Es como una tradición, cuando acaban el cole se van una semana de fiesta. Les llaman los “schoolies”. El periódico local titulaba “Schoolies are back in town!”. Van a Airlie Beach, a la Gold Coast cerca de Brisbane y algún sitio más. Está súper organizado. Tienen unas carpas al lado de la playa donde hacen la fiesta. Por supuesto no hay alcohol porque la mayoría tienen 17 años. Lo solucionan fácil porque tienen las provisiones. Hay un trajín de un lado para otro entre los hoteles y la carpa. Van y vienen continuamente. Menudo planazo. A Mónica y a mi nos trajo recuerdos del viaje de fin de curso de 3º de BUP (que por cierto fuimos a sitios distintos aún estando en el mismo colegio). Curiosos los carteles que tenían en la carpa de la fiesta sobre la privacidad en internet y sobre estar pendiente de tus amigos.
Por lo demás el pueblo tiene una playa muy bonita en la que nadie se baña (por las medusas) y una piscina tipo la de Cairns pero en pequeño para bañarse.
Cenamos en la terraza de un restaurante y nos fuimos a dormir.
La verdad es que este par de días en Airlie no hicimos mucho más que estudiar y planear próximas etapas del viaje. Paseamos por el pueblo, por la playa, nos bañamos en la piscina de los apartamentos…
En un momento me pasaron el balón y en un chut se me fue a la playa… José fue a buscarlo.
Un visitante en los apartamentos.
El miércoles 24 cogíamos el barco a las 4 de la tarde. Después de la experiencia de Cairns me decidí por un barco grande, por si acaso hacía mala mar, para prevenir pánicos, pensando también que estaríamos 3 noches. Era un velero antiguo precioso de 30 metros. Reservamos en el último momento y conseguimos por un buen precio dos camarotes juntos en popa, uno con una cama doble y otro con tres individuales. Lo bueno es que estaban como separados de todos los demás, se accedía por unas escaleras que nadie usaba más que nosotros. Lo malo es que estaban al lado de la sala de máquinas, pero a nosotros el ruido nunca nos ha impedido dormir.
En el barco éramos 18 pasajeros y 5 de tripulación (el capitán, el marinero, un cocinero y dos camareras/grumetes). Zarpamos a las 4 de la tarde y navegamos durante una hora y media. El mar como un plato y una temperatura fantástica. Fondeamos en el norte de la isla más grande desde donde iríamos a la playa de Whitehaven al día siguiente. Anochecer precioso, cena y a la cama.
A la mañana siguiente el desayuno a las 7:30 de la mañana, navegamos media hora y desembarcamos en la parte de atrás de la playa Whitehaven. Un paseíto de 20 minutos por el bosque y llegamos. Efectivamente el sitio es espectacular, no hay palabras. Es una playa gigantesca, de arena blanca finísima, con aguas azules y verdes. Hay una ensenada en donde entra y sale la marea. Estuvimos un buen rato en la playa paseando, metiéndonos en el agua, vimos alguna raya y pececitos. Nos recomendaron que nos pusiéramos el neopreno. Parecía un poco exagerado, pero todos lo hicimos, a pesar de que no vimos ninguna medusa. Las fotos son bonitas pero no reflejan lo espectacular que es el sitio.
Cuando ya nos volvíamos vimos una extraña marea de bichos sobre el arenal. Increíble, pequeños cangrejos que habían salido a miles. Les llaman cangrejos soldado. Corren amontonados y hacen un ruido curiosísimo. Los niños fueron cogiendo confianza y al final corrían detrás de ellos y los cogían con las manos.
Después subimos a un mirador desde donde se ve toda la playa y nos hicimos unas fotos.
Y volvimos al barco. Mientras comíamos empezamos a navegar hacia la isla de Hook, más al norte. Allí fondeamos en Luncheon Bay, nos pusimos el neopreno, las gafas, el tubo y las aletas y a bucear. La visibilidad no era sensacional pero vimos muchísimo coral precioso, tortugas, peces de todos los colores, un pez enorme… El de las aletas rosas es José.
Volvimos al barco, vimos el atardecer desde la cubierta de popa, cenamos y por la noche los niños cogieron una linterna para ver los peces que se acercaban al barco.
A la mañana siguiente navegamos hasta Black Island, una isla paradisíaca donde nos habían asegurado que había muchas tortugas cerca de la playa. Efectivamente cuando llegamos en la lanchita ya vimos una, pero fue la única. Lo que vimos fue medusas. José al poco de tirarse notó un pinchazo en la barbilla y se salió. Yo seguí nadando con Yago y al rato notamos cosas flotando, nos paramos y vi una medusa entre los dos de unos 5 cm, preciosa, trasparente con bordes azules. Yago se volvió disparado a la lancha. Yo seguí un rato con Mónica. La verdad es que nos cansamos rápido porque el agua estaba muy batida y no se veía mucho, salvo el coral, muy bonito.
Volvimos al barco y al rato salimos a otro snorkeling, que resultó fantástico. Vimos un montón de coral y peces. Apenas había corriente y se estaba fenomenal. Estuvimos como 45 minutos en el agua.
Nos volvimos al barco a comer y entonces sucedió una cosa un poco rara. El capitán nos había dicho que por la tarde iríamos a la parte de atrás de Hayman Island, a un sitio que se llama Blue Pearl Bay, donde nos dijo que estaba uno de los 5 mejores snorkelings del mundo según National Geographic. Después del último buceo estábamos deseando volver al agua. Pero mientras comíamos vino el capitán y dio a votar dos opciones, una “hacer otro snorkeling” y otra “ir a un sitio muy exclusivo a hacer kayak y ver unas cuevas con pinturas aborígenes donde nos explicaría sobre la historia de Australia y los aborígenes y no sé qué más”. Nosotros votamos por bucear pero la otra opción ganó por mayoría. Había un grupo de ingleses y americanos con los 50 bien cumplidos que yo creo que ya les había llegado de buceo. Alguna señora tenía bastantes problemas para subir a la lancha desde el agua.
Total que zarpamos hacia nuestro nuevo destino en el sur de Hook Island, un sitio que se llama Nara Inlet, una bahía larga y estrecha. El sitio la verdad es espectacular de bonito.
En el barco había 4 kayaks para 2 personas cada uno. El barco fondeó bastante lejos de donde íbamos a desembarcar para ver la cueva, y además el viento estaba en contra. Los niños estaban muy ilusionados con el kayak pero era demasiado lejos, por lo que el capitán sugirió que los niños diesen una vuelta alrededor del barco cuando volviésemos. Allá se fueron los kayaks con los más animados y el resto salimos al rato en la lancha. Llegamos a una mini playa y al rato llegaron los kayaks, uno de ellos casi naufragando (no me enteré de porqué le entró agua) y todos con la lengua de fuera. Subimos todos por un caminito 5 minutos hasta la cueva. La impresión fue de “ah, era esto…”.
Entonces el capitán se sentó en la barandilla, nos llamó a todos a su alrededor y empezó a soltar una perorata. Nos habló de los aborígenes que vivían en las islas, los Ngaro, a los que “trasladaron” a unas islas más al norte en los años 50. Contó que la cueva era la casa del brujo al que todos pedían ayuda cuando había algún problema en la comunidad. Cuando alguien se portaba mal le hacía unos hechizos y al poco se moría mientras dormía, de hecho él lo había vivido hace veinte años cuando trabajaba en una comunidad aborigen en el norte de Australia, cuando se descubrió que dos personas robaban en el ayuntamiento y llamaron al brujo, bajó a la ciudad, y en dos meses los dos se habían muerto mientras dormían (sic). Empezó a hablar de la espiritualidad, que si se ha perdido en la sociedad occidental, que si los aborígenes vivían con mucho más respeto a la tierra. No necesitaban escribir porque a cada persona se le daba una serie de informaciones oralmente y él mismo desarrollaba su individualidad, las interpretaba a su manera (el razonamiento me pareció muy original; el romanticismo triunfa frente a la explicación mundana y simplona de que era una sociedad poco desarrollada). Nos aseguró que las ideas indígenas estaban ganando protagonismo en todo el mundo, porque el modo de vida occidental estaba acabando con el planeta. Y muchas más cosas, esto es sólo una muestra.
Después de diez o quince minutos de diarrea mental por parte del capitán, yo estaba que echaba humo por la cabeza. Con todos mis respetos, me parecía la versión australiana de la pachamama peruana, el rollo místico inca, Evo Morales, etc, etc.
El momento de concentración se interrumpió cuando una de las chicas de la tripulación me dijo “¡cuidado!” y me señaló unas hormigas verdes venenosas que pican que corrían por la barandilla donde yo estaba apoyado.
Al momento parecía que el discurso decaía y yo me alejé un poco. Luego me contó un pasajero inglés que el capitán habló de las hormigas verdes que efectivamente pican pero ¡se pueden comer! Parece ser que cogió unas hormigas y se las dio a probar allí a los más osados. En ese momento un chaval de San Francisco muy simpático se acercó al oído del inglés y le dijo “¡John, vámonos de este país, están locos, se comen las hormigas!”. Los que las probaron no parece que se impresionaran de sus cualidades gastronómicas pero montaron una buena guasa preguntándose qué parte de la hormiga se habían comido.
Cuando volvimos al barco llegó la parte más divertida de la tarde. José y Yago se montaron en uno de los kayaks y se fueron a dar un paseo.
Luego se tiraron desde el barco al agua, ¡qué divertido!
El atardecer en Nara fue precioso. Había unas cacatúas blancas muy bonitas revoloteando alrededor. Por la noche miramos las estrellas. Había bastante luna pero el cielo estaba precioso. Luego a dormir.
La mañana siguiente fue sólo navegación de vuelta a Airlie Beach, donde desembarcamos hacia las 10:30 de la mañana.
De allí cogimos el coche y tuvimos la siguiente etapa de la road movie. Salimos con la idea de acercarnos lo más posible a Hervey Bay, nuestro próximo destino, base para visitar Fraser Island. Después de unas cuantas horas de viaje llegamos hasta Rockhampton, la capital vaquera de Australia. Nos quedamos en un motel y nos comimos un buen filete. En el camino teníamos la esperanza de ver koalas y canguros. Yo vi un koala desde el coche bajando por un árbol. El resto de la familia no me cree porque ellos no lo vieron. Nos paramos un par de veces donde había letreros que anunciaban koalas. Nos desviamos de la carretera para meternos en el bosque. Nada, no hubo suerte. Lo único que vimos fue unos loros muy graciosos comiendo hierba. Canguros vimos, pero sólo los atropellados al borde de la carretera. ¡Muchísimos! No sé cómo no hacen algo al respecto.
A día siguiente salimos hacia Hervey Bay y llegamos temprano por la tarde. Allí nos esperaba un día de transición, aprovechar para estudiar y prepararnos para el episodio más aventurero de nuestro viaje hasta el momento, la visita a Fraser Island.
Jorge
5 Responses to “Airlie Beach y Whitsunday Islands”
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Sigo impreesionado por la belleza de lo que véis y por lo hermosa que está resultado la experiencia. Enhorabuena. Un abrazo de,
Cotono
Jose y Yago, vaya par de intrépidos! La altura desde la cubierta del barco impresiona, y ellos tirándose alegremente como si nada. Luego estaría la segunda parte relativa al bicherio que puede estar esperando ahí abajo. Les veo lanzadisimos. El archipiélago me ha encantado, salvaje como todo en Australia. Jorge el titular que adelantas sobre las Fraser Island me ha dejado con una intriga….que pasa en esas islas?
Hola Belén, Fraser Island nos ha encantado, de nuevo algo impresionante y distinto, para mi es uno de los mejores sitios del viaje y más sorprendente. Jorge ya tiene escrito el post y solo faltan las fotos, que llevan su tiempo. Allí el bicherío también está muy presente, en mar y en tierra. Bs. Mónica
Vaya playa tan bonita, pero hay que tener en cuenta a la hora de darles la “estrella michelín” que no te puedes bañar por los peligros constantes. Menos mal que ya sabemos que estáis en Sidney y que estáis bien, no os pico una medusa asesina ni una hormiga verde y que habéis sobrevivido al ataque de los tiburones. Aunque estamos deseando los encuentros en la 3ª fase con bichos diversos en fraser Island.
Carmen querida estás cada día mas guapa. José y Yago sois unos grandes aventureros que os atrevéis con todo.
besos, besos
Pero que pesadilla de medusas. Con esas playas maravillosas y aguas tan azules no poder nadar libremente me parece una especie de castigo…ofrecerle bombones al que es diabético.
No os perdáis Maldivas