Nos levantamos en el hotel de sal, temprano y con mucho frío. Y empezamos el segundo día de tour, donde estaba previsto subir a más de 4500 m y entrar en el Parque Nacional Eduardo Avaroa, fronterizo con Chile. Eduardo Avaroa fue un héroe de la guerra del Pacífico contra Chile, donde Bolivia perdió su salida al mar por el desierto de Atacama. Aunque esto sucedió hace más de 100 años, está muy presente en las mentes de los bolivianos, en particular de sus políticos, que agitan de cuando en cuando los instintos patrios con la reclamación de la salida al mar.
Hace millones de años toda esta zona estaba cubierta por el mar, así que puedes encontrar corales en mitad de un desierto!!!! Poco después de salir nos paramos en una zona donde las piedras son corales, como en la isla Incahuasi pero mucho más extenso. Nos pareció muy raro. Al fondo se podía ver un volcán cubierto por una nube, y el guía nos dijo que seguramente estaba nevando. Todo aquí es distinto, hay volcanes nevados al lado de desiertos, piedras que son corales alrededor de ellas, hace millones de años nadaban peces y había algas. Desiertos de sal donde no es posible ninguna forma de vida, desiertos de arena cerca de nevados, calor, frío.
Seguimos camino y pasamos por un salar más pequeño, el salar de Chiguana. Después volvimos a cruzar la vía del tren.
Poco después nos llamaron la atención una especie de avestruces que andaban correteando por la planicie. Llegamos hasta una zona de rocas de origen volcánico formando pequeñas colinas. Desde allí se veía muy bien el volcán Ollagüe, que forma frontera con Chile, y que aún está activo como demuestra la columna humeante a la izquierda. En las rocas había una especie de arbusto muy raro, que se llama yareta. Tiene aspecto vegetal pero cuando lo tocas es duro como una piedra. Tiene unas secreciones de una especie de savia pegajosa. Igual que los cactus es de crecimiento muy lento y está en peligro de extinción. Aquí no hay árboles, ni madera, así que la gente de la zona lo utiliza como combustible.
Luego continuamos subiendo, con paisajes impresionantes.
Fuimos después a las lagunas, primero la Laguna Cañapa, donde había un montón de flamencos.
Después pasamos por otras lagunas y llegamos a Laguna Hedionda (llamada así por el olor a azufre). Allí comimos un picnic buenísimo enfrente de los flamencos, con gaviotas altiplánicas revoloteando alrededor. La verdad es que donde paramos no olía mal.
Después de comer cruzamos al otro lado de la Laguna Hedionda. Miles de flamencos y el agua como un espejo reflejando los volcanes nevados de enfrente. Impresionante. En el medio de la laguna un grupo de flamencos machos estaban cortejando a unas hembras. Estaban en período de reproducción.
En este lado hay un hotel no de los mejores pero “de los buenos”… Nos impresionó mucho menos que el paisaje y no lamentamos para nada no poder quedarnos (tampoco sabíamos aún el alojamiento que nos esperaba).
Por el camino vimos muchos grupos de vicuñas. Es una animal precioso, muy elegante y con la lana más preciada del planeta por lo que estuvieron en peligro de extinción hasta hace relativamente poco cuando los gobiernos de Perú y Bolivia decidieron protegerlas de forma estricta. Las vicuñas salvajes como estas viven en altura y van en grupos de unos 7 animales. De cada vicuña se puede sacar de 150 a 250 gr de lana. El precio de los productos hechos de vicuña es altísimo. En Cuzco vimos una capa en una tienda que costaba 3000 dólares. Son animales muy rápidos y los cazadores furtivos las mataban para esquilarlas. Ahora si matas una vicuña en Bolivia te pueden caer 8 años de cárcel.
Una cosa que pensé es que en Europa no quedan animales salvajes de ese tamaño salvo en parques nacionales. ¿Nos comimos a todos los que eran más grandes que nosotros?
Después pasamos por un par de lagunas más, de las que no te paras porque hay muchas. ¡Mirad como era una de ellas!
Y llegamos al desierto de Siloli, el más alto del mundo a 4700 metros y rodeado de volcanes de colores. En uno se veía perfectamente a lo lejos el impacto de un meteorito.
Más adelante nos paramos en lo que se llama el árbol de piedra: en mitad de una zona de arena hay unas formaciones rocosas, y una parece un árbol. Además de ver el árbol José y Yago se dedicaron a escalar las rocas de alrededor. De nuevo estábamos solos, un lujo.
Y llegamos a uno de los sitios más interesantes del segundo día, la Laguna Colorada. Lo primero que constatas inmediatamente es que efectivamente ES ROJA. Muy roja. El color se ve solo si hay luz del sol y viento y se debe a unas algas microscópicas que hay en el agua. No sólo dan color al agua sino también a los flamencos que viven en la laguna y se alimentan de las algas. Aquí hay como 15.000 flamencos tipo andino. De pequeños son blancos y de adultos rosas con los bordes de las alas negras. Esta laguna tiene de todo flamencos, aguas termales, borax… El paisaje es fantástico, con el color de la laguna, los bordes blancos, los flamencos, los volcanes detrás…
Dormimos en un refugio al lado de esta laguna. Nos habían dicho que era un alojamiento básico, pero se parecía más a un gallinero que a un refugio para alojar personas. Éramos más de 20 personas alojadas allí entre pasajeros, chóferes y guías. El baño consistía en un apestoso cubículo en el que había tres puertas, dos wc y otra que era una especie de almacén de porquería. Había también un pequeño lavamanos. Una de las puertas de uno de los wc estaba rota por lo que habían puesto una toalla sucia para que no se viese dentro. Hacía mucho frío. Sólo había electricidad un par de horas. Había solo un enchufe doble para las 20 personas que dormíamos allí. O sea que ya puedes llevarte baterías de repuesto para tu cámara, porque sino estás en un sitio maravilloso y no vas a poder fotografiarlo al día siguiente. Por suerte nosotros cogimos sitio y pudimos recargar las cámaras.
La escobilla en la ventana:
La toalla tapando el agujero de la puerta:
Esto te lo encontrabas en el baño (¿?):
Carmen preparada para dormir:
No nos gustó nada el alojamiento, se lo dijimos al guía y él nos explicó la situación. Para relajar un poco nos invitó a una botella de vino. Estaba muy bueno y nos la tomamos. Grave error porque a 4300 metros ya es complicado dormir y no se debe tomar alcohol. La consecuencia clara, dormimos fatal, apenas conseguimos conciliar el sueño.
Es una pena que teniendo la maravilla natural que tienen no sean capaces de desarrollar unos servicios turísticos mínimamente dignos. En un sitio tan remoto no esperas ningún tipo de lujos, pero lo que allí tienen es impresentable. Estos refugios los mantienen las comunidades locales que viven dentro del espacio del Parque Nacional Eduardo Avaroa. Son gente sin capacitación de ningún tipo para la hostelería o el turismo. Han pasado de criar llamas y cultivar papas a recibir y alojar turistas. Aparentemente el problema es que no dejan que nadie se instale allí ni siquiera asociándose con ellos. Así es difícil progresar.
A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano y antes de amanecer salimos del refugio. Por supuesto no había luz eléctrica, así que parecíamos un grupo de espeleólogos con nuestras linternas frontales buscando los calcetines, los pantalones… Salimos y la mañana estaba muy fría.
Salimos con el amanecer y los paisajes rápidamente nos hicieron olvidar lo mal que habíamos dormido y las condiciones del refugio.
Enseguida llegamos a las fumarolas del volcán Sol de Mañana, a cerca de 5000 m de altitud. Es un grupo de fumarolas espectacular. Hay algunas que chapotean barro gris, otras rodeadas de azufre, el espectáculo es de nuevo alucinante, no parece muy seguro pero entras en el campo de fumarolas y caminas entre ellas. Es una preciosidad, te metes en medio de las nubes de vapor. Cuando andábamos por allí en el medio nos acordamos de Yellowstone, por mucho menos está todo acordonado y no puedes pasar.
De allí fuimos a bañarnos en unas aguas termales. Fuera mucho frío y dentro mucho calor, resulta de lo más estimulante. Jorge no se animó y por eso tenemos fotos del evento. Como llegamos un poco tarde nos bañamos solos, con el lago al fondo y los flamencos.
De ahí agarramos el carro y fuimos en dirección a la frontera. Aunque parece difícil el paisaje era de nuevo distinto y maravilloso. Se pasa por el desierto que llaman de Salvador Dalí. Un desierto de arena con formaciones rocosas que emergen no se sabe de donde. Parece que en cualquier momento vas a ver relojes gigantes derritiéndose. Vas entre volcanes y montañas de colores, distintos tonos de rojos, marrones, blanco, amarillo como si alguien los hubiera coloreado.
Para terminar llegamos a la Laguna Verde que está a los pies del volcán Licancábur, un cono casi perfecto de 6000 m de altura. Este volcán lo tuvimos muy presente en los días siguientes. Hace frontera entre Bolivia y Chile, y está frente a San Pedro de Atacama, desde nuestro hotel había una vista muy bonita. Volviendo a la Laguna Verde, también cambia de color, sólo se ve verde si hay viento. ¡Cuando llegamos viento si que hacía! Nos llamó la atención una autocaravana que estaba aparcada al borde de la laguna. ¿Cómo llegaron hasta aquí? Vimos salir a una familia con dos niños. La matrícula era francesa (nos lo habíamos imaginado). ¡Qué valor meterse por aquí!
De aquí en 10 minutos estábamos en la frontera, en un paso que se llama Hito Cajones. Es un galpón que hace las veces de paso de frontera y es casi exclusivamente para los turistas, aunque hay un trajín importante de camiones con ácido sulfúrico que viene de Chile hacia una explotación boliviana de bórax. La velocidad a la que circulan estos camiones por las pistas de tierra mete miedo. En la frontera nos despedimos de Óscar y Faustino y pasamos a un bus que nos llevaba a San Pedro de Atacama en Chile.
El trayecto en bus dura sobre 45 minutos. Bajas de más o menos 4400 m a 2200 m. El recorrido es muy bonito porque bajas desde Bolivia por las laderas de las montañas por un campo de lava hasta San Pedro de Atacama. No es lejos pero el recorrido al final se hace largo porque llegas a San Pedro y hay que pasar la frontera en Chile, y eso lleva su tiempo. Lo contamos en el siguiente post.
Mónica y Jorge