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Coca, visita a la selva Amazónica ecuatoriana – A través del mundo
Sep 012012
 

A Ecuador vinimos para visitar Galápagos, y de paso Quito, que tiene un centro histórico muy bonito. Pensábamos también hacer alguna excursión de un día al volcán Cotopaxi o a Otavalo, donde hay un mercado indígena de los más importantes de Sudamérica. Sin embargo, en contacto con una agencia local, finalmente decidimos irnos a la selva Amazónica durante 3 días. No vamos a ir al Amazonas en el resto del viaje y pensamos que era una buena ocasión. ¡No nos equivocamos!

Después de toda la naturaleza que visitamos en Norteamérica y en Galápagos, el Amazonas es totalmente distinto, tanto como ecosistema como experiencia turística.

La biodiversidad es órdenes de magnitud superior a lo que estamos acostumbrados en Europa o Norteamérica. En sólo una hectárea del Parque Nacional Yasuní, al lado de donde estuvimos, hay una media de 640 especies de árboles diferentes, mientras que en todo Norteamérica hay 680. También hay del orden de 100.000 especies de insectos por hectárea, la biodiversidad de insectos más alta del planeta para cualquier grupo taxonómico. Los que tengáis inquietudes científicas podéis leer más sobre el Yasuní en este artículo especial de Science (http://www.sciencemag.org/site/extra/yasuni/index.html).

Tengo que reconocer que estos antecedentes sobre este nivel de bicherío, unido a la reciente visita al insectario en la Mitad del Mundo, donde pudimos ver algunos ejemplares de tamaño XXL, me creaba cierta aprensión. A mí y al resto de la familia. Somos todos más de ciudad que los semáforos. Lo que ocurre es que luego que estás allí, pues te acostumbras y ya está. No tuvimos ningún problema más que picaduras de mosquitos (a pesar del repelente tropical).

Viniendo de Galápagos, la visita al bosque amazónico es sin duda menos espectacular desde el punto de vista turístico, pero no menos interesante. Fuimos a un hotel en el medio de la selva, en lo que se llama la zona de amortiguación del Parque Nacional. Para llegar allí tuvimos que coger un avión en Quito a la ciudad de Coca, sólo 30 minutos de viaje. En realidad Coca se llama oficialmente Puerto Francisco de Orellana, en honor al explorador español del mismo nombre, que es el protagonista del descubrimiento del Amazonas, en una de las aventuras más fascinantes de la historia. El tipo se recorrió en un barquito 4800 km de río en 1542. Os recomiendo que le echéis un vistazo a su historia (http://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Orellanahttp://www.trujilloenelamazonas.com/index.php?option=com_content&view=article&id=57&Itemid=64).

En el aeropuerto de Quito ya conocimos a Marco, nuestro guía, que nos acompañaría durante toda nuestra estancia en la selva. Al llegar a Coca nos llevaron en un autobús 10 minutos a un muelle donde nos montamos en una motora para recorrer el río Napo durante 2 horas y media. El río Napo es uno de los afluentes más importantes del Amazonas. Desde Coca aún faltan como 1000 km hasta la confluencia con el Amazonas, cerca de la ciudad peruana de Iquitos, y desde allí aún hay otros 3600 km hasta el Océano Atlántico. Aún estando tan lejos de la desembocadura, el río Napo en Coca es ya tan grande como un mar. Acostumbrado a los ríos europeos, esto es enorme. Además, las lluvias de días anteriores hacían que el río bajase bien caudaloso, arrastrando árboles de tamaño natural. Tras la travesía en el río Napo desembarcamos en un muelle y tuvimos que andar unos 20 minutos por el bosque. Después nos montamos en una canoa a remo para atravesar la laguna Garzacocha en unos 25 minutos y llegar a nuestro hotel. En el camino vimos varias aves y un grupo de monos aulladores, llamados así porque es el animal con el grito más alto del planeta.

En el autobús en Coca:

En la motora en el río Napo:

Andando por el bosque hasta la laguna:

En la canoa por la laguna, yendo hacia el hotel:

¡Ahí iban nuestras maletas!

Llegando:

En el hotel nos recibieron con un té helado. Las habitaciones son casitas de caña. El hotel está recién remodelado y es precioso. Sólo somos 10 huéspedes.

Hicimos todas las excursiones con Marco y con Raúl, un guía nativo. De nuevo impresionante el nivel de preparación y conocimiento de los guías. Anduvimos mucho por el bosque con ellos, también en canoa por la laguna. Marco nos explicó muchísimas cosas interesantes de los animales y plantas del bosque. Es todo de una exhuberancia espectacular. Raúl nació aquí y tiene una vista y un oído para los sonidos del bosque que te parece increíble. No sé cómo hace para ver todo lo que ve. Aún cuando te indica qué es y dónde está, es difícil ver los bichos. ¡Algunos tardamos varios minutos en ver la rana de 20 centímetros que estaba a 1 metro de nosotros! En el bosque el camuflaje de los animales roza la perfección.

El primer día, en cuanto llegamos por la tarde nos fuimos a andar por el bosque con nuestros guías. Fue un buen primer contacto. Había llovido bastante pero aún iba a llover mucho más toda esa noche. Como era de esperar el nivel de humedad es altísimo. Una de las primeras cosas que me llamó la atención son los sonidos del bosque. Hay ruidos por todas partes. Por la noche hay un griterío en el bosque tremendo, entre cigarras, pájaros, monos, etc., el nivel de decibelios es sorprendente. En la primera excursión vimos distintos tipos de árboles y cómo se han adaptado a las condiciones del suelo. En el bosque el suelo es pobre en nutrientes, y éstos se concentran en la capa más superficial del terreno. Por tanto, los árboles desarrollan raíces en extensión, no en produndidad. Para asegurarse la resistencia mecánica, se aguantan mediante dos tipos principales de raíces, las tablares como el moral (troncos muy gruesos con prolongaciones con forma como de tabla) y las fúlcreas como la palma de acero (como con patas).

Marco explicándonos la Palma de Acero.

Un ejemplar de raíz tablar:

El bosque es muy sombrío, por lo que la fotografía es complicada. Muchas de las cosas que vimos no salieron bien. Muchas de la fotos parecen de noche aunque las hicimos de día.

Después del paseo por el bosque volvimos en canoa al hotel y disfrutamos del primer atardecer en la laguna, muy bonito. En cuanto anocheció nos fuimos a dar un paseo nocturno cerca del hotel, alrededor de un mariposario que tienen. Muchos animales del bosque son nocturnos. Vimos muchos insectos pero creo que la tarántula fue la que más nos impresionó a todos. Era como de 15 cm, gorda y peluda. El cuerpo era poco más pequeño que un huevo de gallina. Parece ser que esta era jovenzuela, que crecen más. A pesar de todo esto, ninguno tuvimos pesadillas esa noche.

Después de una cena suculenta de 5 platos (el cocinero del hotel es un chico joven francés muy simpático que lleva 16 años en Ecuador) nos echamos a dormir. Llovió intensamente toda la noche. Esto, unido al griterío animal y a que las cabañas tienen mosquiteros por ventanas, el nivel de ruido es llamativo. Menos mal que a los Rodríguez San Martín esto nos afecta más bien poco. A la mañana siguiente tocaron diana a las 6, desayuno a las 6:30 y a las 7:15 nos fuimos a andar por el bosque con nuestros guías durante 3 horas y media para después volver en canoa por la laguna. Hay tantas cosas que no se te hace nada largo. Es de lo más entretenido. El nivel de humedad era tal que hacia el final se me empañó el objetivo de la cámara y también en el visor de la cámara de los niños, que es sumergible. Como había llovido tanto había un goteo continuo de los árboles y temí que se hubiese colado agua. Pero no, es la humedad del ambiente. En cuanto salimos a la laguna, el empañado se fue en pocos minutos.

Al poco de salir Raúl le hizo a los niños un grillo con una hoja de un árbol, en plan papiroflexia vegetal. Luego resultó que vimos un grillo de ese tamaño en directo. A  la derecha el de mentira y a la izquierda el de verdad (¡hay que fijarse bien para verlo a pesar de que es enorme!):

Vimos unas hormigas como una falange de grandes. Parece ser que es mejor no tocarlas mucho… Nos enseñaron una planta que al arrancar un tallo al rato se pone azul. Los indígenas lo usan como tinte natural. También vimos un mono ardilla saltando entre unos árboles, un caracol que era de grande como un huevo, una araña toro, negra y amarilla con un aspecto de lo más amenazante, un sapito enano que no sé aún cómo Raúl lo pudo ver en el marasmo de hojas que hay por el suelo,…

Todos estos animales los pondremos en un post.

En un claro del bosque tenían una liana preparada y los niños lo pasaron en grande haciendo el Tarzán.

Aquí hay mucha madera muerta, por lo que los termiteros son enormes.

Vimos un milpiés y Marco nos enseñó a distinguirlo del ciempiés, porque éstos últimos sólo tienen una pata por segmento de cada lado. La diferencia es importante si quieres jugar con los bichos, porque el milpiés es hervíboro y por tanto inofensivo, pero el cienpiés es carnívoro y pica. Los niños jugaron un rato con el milpiés (yo no).

De repente Raúl se paró y se puso a mirar a un árbol como a diez metros. Había visto un mono leoncillo o marmota pigmeo, el primate más pequeño del mundo. Efectivamante el cuerpo es como de 10 o 12 cm. Lo increíble es que lo haya visto. Los guías llevan un puntero laser que usan para señalar donde están los bichos. Si no es por esto no lo veríamos.

Vimos también un saltamontes muy fashion con la cabeza azul y el cuerpo naranja, y todo tipo de flores, árboles, arbustos, frutos, flores, setas y hongos, líquenes, … Vimos a un saltamontes muerto por un hongo, aquí lo tenéis frito:

¡Qué exuberancia!

Volvimos en canoa al hotel. En el muelle nos esperaba una araña que a mi me pareció enorme, pero después de ver la tarántula, ni caso.

Después de comer había un par de horas de descanso, pero los niños quedaron con Raúl para pescar en el lago. La pesca pirañas fue uno de los grandes momentos para los niños, se lo dejo a ellos que harán un post para contarlo. Después de la emoción de la pesca nos fuimos con Marco y Raúl al mariposario y nos enseñaron en directo la fascinante evolución de las mariposas, del huevo a la larva, luego a la pupa y finalmente la mariposa. Lo hicieron con el ejemplo de la mariposa Ojo de Búho.

Los huevos:

Las larvas, que tienen todos los órganos en el primer 20% del cuerpo, el resto es acumulación de energía. Son de lo más voraz:

Llega un momento que se cuelgan del techo y acaban quitándose la piel:

Las pupas:

Estas no son de Ojo de Búho pero nos parecieron espectaculares:

Y la mariposa:

Se puso a llover como si fuera el diluvio universal. Tuvimos que suspender el paseo previsto para después del mariposario, pero aprovechamos para ir a la pequeña biblioteca del hotel donde hojeamos los libros de fotos en color de animales y plantas y leímos con mucho interés el libro “Cruda realidad”, sobre los efectos en el Amazonas ecuatoriano de la explotación petrolífera de Texaco (ahora Chevron) desde los años 60. Hay un largo litigio promovido por un grupo de indígenas. El libro es espeluznante. Si quieres saber más mírate esto: http://chevrontoxico.com/.

Paró de llover y terminamos el día con un paseo nocturno por la laguna en canoa, muy bonito, pero después del diluvio parece que los bichos no querían salir. Vimos murciélagos y aves nocturnas. De nuevo cena pantagruélica y a la cama.

Al día siguiente nos marchamos temprano en la canoa hasta el río Napo. Esta vez cruzamos la laguna y seguimos por su desagüe natural hacia el río. El amanecer es muy bonito. Al poco de dejar la canoa vimos un ceibo enorme. Es el árbol más grande de la Amazonía. Los habíamos visto de lejos sobresaliendo por encima del resto de árboles, pero de cerca es impresionante.

En el río Napo nos montamos en una motora con Marco y Raúl para ir a ver un lamedero de loros y después ir a visitar una familia indígena. La corriente del río era espectacular, y estaba lleno de pequeños islotes de espuma en la superficie que se debe a la primera descomposición de árboles y plantas. El lamedero es una pared de arcilla al lado del río donde los loros van a comer minerales. Al parecer esto es fundamental en su dieta. Debe ser muy bonito ver a todos los loros amontonados en la pared, pero había llovido tanto que andaban revoloteando pero no se posaban. Sin embargo, sí estaba por allí un predador de loros, una boa constrictor. Nos costó verla, pero allí estaba enrollada, quizá haciendo la digestión del último lorito. Parecía Ka del libro de la selva, enroscada en un árbol y disimulada entre las hojas.

Nos fuimos a visitar una familia indígena. En el huerto al lado del río, antes de ir a la casa que estaba a unos 200 m, Raúl nos enseñó un árbol de yuca y otro de cacao. También el árbol que le llaman ajo de monte, que huele como el ajo y los indígenas lo usan para curar la diarrea. Nos dirigimos hacia la casa y nos dieron la bienvenida dos niños, Yair y Diane. Sus otros 7 hermanos mayores estaban trabajando, al igual que su padre. Su madre, Berta, nos recibió en su casa. Tenía como dos partes, una para recibir y otra donde cocinaban y dormían. Nos explicaron cosas de cómo viven y tenían unos bolsitos hechos con fibras naturales de una palma y unos collares de  semillas muy bonitos. Los niños tenían a un monito simpático como mascota. Yair lo trajo atado a una cuerda y el monito chillaba. Al parecer era una cría.

Raúl con la yuca:

El cacao:

Yair con su monito:

Raúl vino con un fruto que produce un tinte natural rojo que es lo que usan para dibujarse la cara. Les hizo unos dibujos a los niños.

De espectador de la escena, en el techo de la chozita, teníamos al saltamontes más grande que he visto en mi vida. Gordo como si no parase de comer.

Después Raúl nos enseñó a tirar con la cerbatana, usando una papaya como diana.

Nos invitaron a comer palmitos cocinados en hojas como a la papillote y plátano.

Los niños vinieron hasta el río a despedirnos:

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Volvimos al hotel en la canoa y después de comer hubo otra sesión de la pesca de la piraña. Luego Mónica, José y Yago se fueron en la canoa con Marco y Raúl y vieron un mono leoncillo y monos aulladores. Yo me quedé en proceso de renovación del aparato digestivo. Carmen se quedó acompañándome. Yoyi, la gerente del hotel, una ecuatoriana muy simpática, me preparó un té como el que hacía su madre para estos casos: orégano, comino, limón y sal. Me lo conseguí beber y me sentó bastante bien.

Cuando volvieron de la excursión había un montón de monos en los árboles alrededor del hotel. Antes de cenar Marco nos hizo una presentación de la Amazonía ecuatoriana muy interesante, con fotos espectaculares que ha ido tomando estos últimos años. Incluía una boa constrictor cazando un loro, estrangulándolo y comiéndoselo de un bocado, no deja ni las plumas…

Al día siguiente nos marchamos temprano. Remontar el río Napo a contracorriente nos llevó 3 horas. Se nos hizo un poco largo a todos, aunque a Yago menos ya que durmió la mayor parte del tiempo.

Mereció la pena ir a la selva. Es un sitio muy especial. En un post separado pondremos las fotos de bichos.

 

Jorge

 

 

 

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