Últimos dos días en Tokyo

Volvimos de Kyoto a Tokyo en el tren bala, que para no perder la costumbre llegó puntualísimo.

Volvimos a Tokyo con ganas de no perder ni un minuto y aprovechar al máximo los últimos dos días que nos quedaban. Y es que la ciudad nos había encantado. Es de lo más entretenido.

Al llegar dejamos las maletas en el hotel y nos fuimos al Skytree, la impresionante torre de comunicaciones a la que no habíamos podido subir el domingo por el abarrote de gente.

La torre se abrió al público en marzo de 2012 y con sus 634 metros es la torre más alta del mundo y la segunda estructura más alta construida por el hombre, sólo superada por un rascacielos en Dubai. Hay dos observatorios para visitar, uno a 350 m y otro a 450 m. Esta vez sí conseguimos subir, aunque no se puede decir que estuviéramos solos. Esta era la cola en zigzag para los tickets, en la que estuvimos una media hora larga.

Los ascensores son rapidísimos, suben a una velocidad de 600 m por minuto. La vista desde arriba es espectacular, aún cuando el día que fuimos no estaba completamente claro. Por esta razón no se veía el Monte Fuji en el horizonte.

Después del Skytree Mónica y Carmen se marcharon porque habían quedado con Virginie, la hermana de Sophie, una amiga de Mónica. Carmen iba encantada porque Virginie iba a ir con su bebé Jules.

José, Yago y yo nos dedicamos a la tecnología. En este viaje José y Yago han desarrollado la afición por la fotografía. Nos fuimos a Ginza a la Galería de Canon. Es un sitio no muy grande pero tienen todas las cámaras y objetivos en exposición. Muchos los puedes probar y tocar. La gama (casi completa) de objetivos está en una vitrina cerrada.

Al vernos curioseando una de las chicas vino muy simpática y me dijo si quería probar uno de los objetivos grandes en mi cámara, que llevaba colgada al cuello. Elegimos el 400 mm, un bicho enorme que pesaba sobre 4 kg. La foto de abajo de José está hecha a unos 10 metros.

Luego estuvimos probando otras cámaras y objetivos. Como veis la Canon 1D que tiene José es casi más grande que su cabeza.

Estuvimos un buen rato en Canon y cuando salimos era ya de noche. Ginza es espectacular con los neones.

Las tiendas de lujo son enormes, y teniendo en cuenta que hay más de una por barrio, te puedes hacer una idea de lo que venden aquí. Mucho más que en Europa.

En Ginza también esta el Sony Showroom, un edificio de 8 plantas en el que la marca de electrónica muestra todos sus modelos, algunos que aún no están en el mercado. Era bastante tarde pero entramos y lo pasamos muy bien.

 

En el departamento de fotografía nos encontramos a un chico simpatiquísimo, este sí que hablaba inglés perfecto (había vivido en EEUU). Nos enseñó todas las cámaras y luego cogió la mejor cámara de Sony, me pidió la tarjeta de memoria de mi cámara y nos hizo muchísimas fotos con un montón de objetivos. Salieron muy bonitas a pesar de estar en interior. Primero nos hizo con un 135 mm que es el mejor objetivo de Sony.

Luego con un 200 mm que no está nada mal.

Con un ojo de pez, que deforma las imágenes de forma muy graciosa. Están hechas a 10 cm de la cara.

 

Y con un macro.

Todo esto a toda velocidad. Está claro que el fotógrafo es importante, pero la cámara también cuenta…

Luego en otra planta había un videojuego de carreras de coches de lo más realista. No sé porqué pero no dejaban a menores de 16 años, o sea que lo probé yo y los niños con los dientes largos. A mi este tema no me gusta nada. Me pareció dificilísimo. Me imagino que si te has criado con la generación videojuego se te dará mejor pero yo me quedé en el come cocos, el Zero Time y el Scramble. Las gafas esas son como para darte una visión 3D y una experiencia más realista, pero yo veía fatal.

Cerraron el Showroom y nos quedamos sin ver la mitad. Nos fuimos al hotel a cenar y a dormir. El día siguiente era el último en Tokyo.

Por la mañana nos levantamos para ir al mercado de pescado con los niños. Abren a las 9 para el público. Muchos puestos ya están recogiendo, pero aún así ves mucha mercancía y mucho ambiente. Lo que más me impresionaron fueron los moluscos. Hay como almejas del tamaño de una cabeza. Otras que el cuerpo les sale de las conchas de forma desproporcionada.

Atención a los cuchillos/espada que usan para cortar el atún.

Las oficinas que hay por los puestos son curiosas.

Después del mercado tuvimos otro momento friki bastante importante. Nos fuimos a ver una demostración de Asimo, el robot más avanzado del mundo que ha desarrollado Honda. El edificio de Honda estaba muy cerca de nuestro hotel. Mientras esperábamos los niños se montaron en las motos que había en la exposición.

Antes de Asimo salió una señorita para demostrar un asiento móvil en plan Segway pero sentado. Perfecto para vagos.

 

Luego salió Asimo. La verdad es que tiene mucha gracia y está muy bien conseguido. El tipo corre, salta, baila, hace movimientos de lo más complejos. Tiene un equilibrio que ya le gustaría a algún humano.

 

Nos habló de sus predecesores.

 

Cuando se coloca en el centro del escenario, la cosa va en serio, se coloca exactamente en el centro.

 

El tío guapo guapo no es.

 

La agilidad y equilibrio que tiene es realmente espectacular.

 

Me encanta el lema de Honda Robotics, el poder de los sueños, muy sugerente. En unos años me imagino a los japoneses con bichos de estos para hacerles las tareas domésticas.

Después de comer nos fuimos a Shinjuku a buscar el showroom de Toto, los WC inteligentes que tanto nos habían gustado. Habíamos oído que el showroom era muy simpático. Lamentablemente lo habían cambiado de edificio y no lo encontramos. Como decía en alguno de mis primeros post, encontrar aquí algo no es fácil. En el edificio donde fuimos estaba el showroom de Nikon. Entramos y estuvimos viendo las cámaras. Luego le pregunté a la chica si sabía donde se había ido Toto y me lo explicó y me escribió la dirección. Aún así, no llegamos. De todas formas estuvo muy entretenido porque había mucho ambiente en Shinjuku. Una nota curiosa. Los hombres en Japón usan bolso. Pero no una bolsa tipo mariconera o mochila, o bolsa cruzada, no, me refiero a bolso como el de las mujeres.

 

Nos quedaba la última noche en Tokyo y José, Yago y yo nos quedaba una espinita clavada, probar la carne de Kobe. Dado que tanto Mónica como Carmen no son muy carnívoras y estaban muy cansadas, fuimos solos los tres chicos a un steak-house cerca del hotel. Era en plan teppanyaki, o sea, te cocinaban delante. Nos metimos una buena cena con dos tipos de carne distintas y nos gustó mucho. De todas formas la cuenta me pareció exagerada y estratosférica. Será porque les dan masajes a los bueyes o por lo que sea, pero el ojo de bife que me tomé en Las Lilas en Buenos Aires costó cinco veces menos y lo disfruté también mucho.

Volvimos al hotel y a la mañana siguiente dejábamos Japón, un país que te proporciona experiencias únicas, totalmente distinto a cualquier otra sitio. Impresionante.

Jorge