Oct 202012
 

Llegamos a Puerto Varas bastante tarde y agotados después del reventón del día anterior. Alquilamos una cabaña en las afueras, en la carretera hacia Osorno. La cabaña estaba muy bien equipada y era confortable, pero la verdad es que después nos pesó no habernos quedado en algún sitio con vistas al lago.

La historia del sur de Chile es muy interesante. Las zonas al sur del río Biobío estuvieron tradicionalmente dominadas por los indígenas mapuches, guerreros indómitos que resistieron a los incas primero y después a los colonizadores españoles durante más de tres siglos. Especialmente le dieron bastantes quebraderos de cabeza a Felipe II. No fue hasta bastantes años después de la independencia, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el gobierno chileno se hizo con el dominio efectivo de esas zonas en una campaña que se llamó la pacificación de la Araucanía. Más o menos en la misma época se envió al ejército para reducir a los mapuches violentos y se dictó una ley para colonizar con inmigrantes venidos de Europa zonas al sur del país que estaban muy poco pobladas. Vinieron principalmente alemanes de Baviera, Sajonia, Silesia y otros estados y austrohúngaros de la zona de Bohemia (en la actual República Checa). Esta inmigración tuvo una influencia muy importante en esta zona de Chile y en general en la historia del país. Los pueblos y zonas rurales alrededor del lago mantienen la arquitectura colonial. Está lleno de apellidos, escuelas y tradiciones alemanas.

Leyendo sobre esta época me encontré con la historia del noble francés que en el medio de esta situación de confusión convenció a los mapuches de que lo que había que hacer era fundar un nuevo estado y se autoproclamó en 1861 rey de la Araucanía y la Patagonia con el nombre de Orélie Antoine I. El gobierno de Chile declaró que estaba loco y lo encerró. Más tarde lo repatriaron a Francia. La historia es muy curiosa, pero lo me parece esperpéntico es que sigue existiendo una casa real de la Araucanía y la Patagonia, con sede en París. Cuando murió el majadero de Orélie Antoine, el “trono” lo heredó un amiguito suyo, y así se lo han ido pasando de mano en mano entre amigos. Ahora hay un pretendiente al trono que se llama Philippe y que dice por ahí en la página web que representa a los mapuches en no sé qué foros internacionales. No creo que sea cierto, pues no podrán los buenos de los mapuches encontrar a alguien entre ellos que les pueda representar, y no un tipo que vive en París que ni siquiera habla español. Y no tendrá este señor nada mejor que hacer. Mon Dieu, quelle décadence.

Al día siguiente de llegar me fui a Puerto Varas por la mañana para alquilar un coche ya que nos habíamos quedado sin medio de locomoción. En un par de horas estaba de vuelta, comimos algo en la cabaña y después de que los niños estudiasen un rato nos fuimos todos a Puerto Varas. Está situado a orillas del precioso lago Llanquihue. Al otro lado del lago se alzan imponentes los volcanes Osorno y Calbuco. Viendo el tamaño que tienen te puedes imaginar el lío que montaron aquí entre los dos hace unos millones de años.

El pueblo tiene un circuito histórico de casas y construcciones coloniales. En general son de madera y son muy bonitas. Un ejemplo es la casa Kuschel.

Dimos un paseo de lo más agradable y cenamos fenomenal en un sitio con vistas al lago. Comimos pescados y mariscos que nos encantaron a todos. Los niños ya querían reservar en el mismo sitio para el día siguiente.

Nos fuimos a dormir porque al día siguiente queríamos salir temprano para recorrer la zona.

Lo de temprano no acabó de funcionar, pero de todas formas salimos y nos fuimos hacia los saltos de Petrohué. Son unas cascadas que están en el río del mismo nombre. Al llegar vimos que había un sendero indicado y nos metimos antes de ir a las cascadas. Resultó ser un paseo estupendo por un bosque muy bonito. Había unos carteles explicativos sobre la fauna y la flora de la zona que los niños fueron leyendo. Nos llamaron la atención los arrayanes, unos árboles color canela muy bonitos. El bosque está dentro del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales (el personaje histórico que organizó la colonización que menciono más arriba) y se mantiene en estado muy natural, con árboles caídos, etc.

Después fuimos a los saltos. El agua ha horadado unos canales impresionantes en roca viva y son muy bonitos. El agua tiene un color turquesa espectacular.

El sitio nos gustó tanto que nos animó a dar la vuelta completa al lago. Primero fuimos al volcán Osorno. El volcán es un cono casi perfecto porque nunca erupcionó por la cima, pero tiene un montón de antiguos cráteres en la base, lo que hace que el paisaje sea especial. Subimos hasta la estación de esquí, ya cerrada porque la temporada terminó. De todas formas había nieve alrededor y los niños corrieron a tocarla y a jugar. El día no estaba muy claro pero la vista del lago es espectacular. Esquiar aquí con estas vistas en un día claro debe ser fantástico.

Luego seguimos hacia el norte hacia Puerto Octay. En el camino disfrutamos del paisaje rural de la zona, con pastos inmensos muy verdes y árboles preciosos. Quedan muchas granjas de la época colonial, muy bonitas.

Llegamos a Puerto Octay, que tiene también un buen muestrario de casas históricas, algunas convertidas en hoteles.

Después paramos en Frutillar, un pueblo muy bonito en el que nos tomamos un “once” alemán, una merienda a base de tartas (küchen) de todos los gustos. Fuimos a una casa colonial preciosa y las tartas nos encantaron. Había muchas pero pedimos cuatro, cada cual mejor: strudel de manzana, milhojas con dulce de leche, tarta de frambuesa y de chocolate. ¡Deliciosas!

Frutillar nos pareció muy bonito, las casas con jardines muy cuidados, la playa dando al lago (¡había algunos valientes bañándose!) y el volcán al fondo. Destaca además un edificio nuevo para conciertos, que está construido encima del agua y es todo de madera pero muy moderno. Aquí se celebra una famosa semana musical pero hay conciertos y eventos musicales todo el año. ¡Menudo lujo para un pueblo tan pequeño!

Estaba terminando el día pero José y Yago aún estaban llenos de energía.

Alberto (del que ya os hablé, que conocimos en Copacabana) nos había aconsejado ir por las carreteras de ripio cerca del lago, y así hicimos. Los paisajes durante todo el camino son idílicos, los pastos con las vacas, los árboles, el lago y los volcanes al fondo, las casas de madera…

Me quedé con ganas de visitar alguno de los museos de la colonización alemana que hay en la zona, pero el tiempo no nos dio para más. Al día siguiente nos íbamos a Bariloche. En principio habíamos pensado hacer el cruce de los Andes en un circuito que combina durante dos días navegación por una serie de lagos y trayectos en autobús, pero el precio era prohibitivo y el tiempo estaba bastante malo, por lo que decidimos ir en el autobús regular. La verdad es que debe ser muy bonito pero si tienes mal tiempo es una forma muy cara de ver niebla y nubes, como ponía un americano en Internet. El autobús al final resultó bien, pasamos por sitios muy bonitos y en 6 horas estábamos en Bariloche.

Jorge

 Posted by at 05:42

  3 Responses to “Puerto Varas y Lago Llanquihue”

  1. Curioso lo del rey. Que casas tan ideales y que tartas tan apetecibles. Estoy echando mucho de menos un post de los niños. Por favor escribid algo.
    Me esta encantando esta parte de Chile, no conocía nada y es alucinante.
    Besos

  2. Un sitio sorprendente con una curiosa historia, los paisajes son espectaculares y últimamente parece que Jose y Carmen hacen muy buenas migas. Ya nos contaran Jose y Yago como hacen esos saltos tan espectaculares. Beso

  3. Que pena que no hayáis podido hacer el cruce de los Andes por carretera y lagos en un solo día como hicimos con tu madre hace….en el 89 creo recordar. Al menos comisteis unas tartas maravillosas y visteis unas iglesias preciosas.

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